El espacio Málaga Solidaria de La Opinión de Málaga, que compartimos con Cruz Roja Málaga, Málaga Acoge y Arrabal, recogió el pasado sábado (20 de octubre de 2018) el artículo de opinión de la técnica de inserción sociolaboral del programa ‘Enredaderas por el Empleo’, Lola Fernández. Puede consultar el artículo original aquí.
Dificultades administrativas, de acceso a la información e integración laboral, para comunicar, problemas con la vivienda… Son muchos los obstáculos que las mujeres migrantes tienen que superar para desarrollar una vida personal cuando llegan al estado español. Problemas que no son los mismos para todas las mujeres que migran ya que dependiendo de su origen, cultura o situación personal, entre otros muchos factores, se llegan a identificar diferentes necesidades.
Durante las últimas semanas, en PRODIVERSA-Progreso y Diversidad, se han ido realizando diferentes focus group con el objetivo de conocer mejor la realidad de las mujeres migrantes teniendo en cuenta no solo esta condición, sino buscando un análisis mucho más profundo e individualizado para poder atender de la manera más óptima sus necesidades. Mujeres del Este de Europa, de África o de América Latina han compartido con las técnicas de la entidad un espacio en el que han podido ser escuchadas, en el que ellas han marcado las líneas en las que todos los agentes implicados, asociaciones, administraciones públicas y la misma sociedad, deberían trabajar a una, alineados y coordinados.
Existen logros, por supuesto. Recursos para aprender español, talleres para impulsar los procesos personales de empoderamiento, adquisición de competencias digitales básicas, formación, capacitación en ciertos ámbitos y, en algunos casos, la inserción laboral. Recursos de los que disponen las asociaciones pero que solo pueden tener éxito mediante el enorme esfuerzo y dedicación que estas mujeres deben invertir.
Dentro del balance de experiencias y problemáticas identificadas, existen algunas intolerables, que hay que visibilizar y, por supuesto, denunciar, relacionadas directamente con situaciones de vulnerabilidad a que se ven sometidas muchas de estas mujeres. Hablamos de la violencia sexual. Es indignante comprobar cómo las mujeres que acuden a estos grupos han sufrido directamente o han conocido a alguna otra mujer que ha sufrido algún episodio de acoso o abuso sexual en sus respectivos trabajos. La mayoría también cuentan experiencias de propuestas de intercambio sexual en distintas ofertas laborales.
Una violencia que no es más que un reflejo de la sociedad sexista en la que vivimos y con profundas raíces en la relación de poder creada por el sistema socio-económico imperante con el Patriarcado como punta de lanza. Donde ciertos hombres aprovechan, no solo la condición de mujer, sino la situación de vulnerabilidad a la que se ve sometida como persona migrante y los prejuicios y estereotipos que acompañan a esta condición. Mujeres que en muchas ocasiones tienen dificultades para verbalizar y denunciar una situación de violencia de género, atrapadas por problemáticas como la situación de desempleo, la falta de documentación administrativa o la dependencia económica de su pareja. Personas, además, que en ocasiones solo encuentran nichos de trabajo en las tareas de cuidados y, es común, que dentro de la economía sumergida, lo que supone una mayor exposición a la vulneración de sus derechos.
Una auténtica barbaridad que se da dentro de las puertas de muchas viviendas de este país. Unos depredadores a los que hay que denunciar y condenar, social y judicialmente.